Cuando por fin llegó al restaurante mi jefe ––un señor pelón de casi sesenta años––hizo un sonido gutural, abrió su boca, y, apuntando hacia ella con el dedo índice, me dijo:
Contra Crossfit y Bikram
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Cuando por fin llegó al restaurante mi jefe ––un señor pelón de casi sesenta años––hizo un sonido gutural, abrió su boca, y, apuntando hacia ella con el dedo índice, me dijo: